Mi hermano se indigna porque dice que no se puede creer que la primera entrada del blog en la que vaya a salir él sea sobre cereales, y me advierte que no escriba cosas de esas pastelosas que dice que escribo yo en este blog. No tengo ni idea de a qué se refiere, pero voy a tratar de ser aséptica total (ja).
Me llevo cuatro años con mi hermano, una distancia de edad que a lo largo de los años he visto pasar desde un trecho abismal insalvable tipo las fosas marianas, a un escaso paso de distancia entre nosotros.
Moñadas a parte, me encanta mi hermano Jaime. Siempre me visita en mis trotamundismos, y cuando yo estoy en Madrid nos buscamos planes como sea para poder recitar al unísono y con la misma entonación las frases que han puesto la banda sonora de nuestra infancia como la mítica “me parece un tooooonto” de “Los Teleñecos en la isla del Tesoro”; yo me quejo de “qué dura es la gira” y él me mira con ojos de “ni me hables, que estoy estudiando una ingeniería”; hacemos postureo como si no hubiera mañana porque somos hermanos chachis, esto es así y lo sabéis y nadie puede negarlo, él odia que hagamos postureo pero a mí me encanta porque presumir de hermano pequeño debería ser un deporte en el que se pudiera competir en las Olimpiadas, y además a él también le gusta el postureo porque sabe que salen fotos estupendas.
Jaime va acompañado constantemente de sus Raybans, hace no mucho eran unas de piloto pero ahora en un arranque de estilo que dan muchas ganas de copiar, se ha pasado al lado “Daredevil”. Es muy difícil sacarle fotos sin las gafas porque dice que “no salgo bien en las fotos y no sé sonreír” y yo le respondo que “ni silgui bin in lis fitis y ni sí sinriir”.
A los dos nos encanta Madrid producto de una madre muy gata que odia a los gatos (y yo creo que también por culpa de escuchar tantas veces el himno colchonero compuesto por Sabina) y cualquier oportunidad es buena para salir a pasear y comernos las calles, en este caso el “Cereal Hunters” de Madrid (que por cierto, es altamente recomendable).
Los cereales son la excusa, el motivo verdadero es estar con Jaime y pensar “Ohana” todo el rato (pero sin decirlo en alto, que luego me acusan de moñas) porque “Ohana significa familia, y tu familia nunca te abandona” (y esas cosas).
No sé si va a acusarme de nuevo de esa terrible ñoñez que dice que me ataca, y más porque le estoy retratando comiendo cereales en vez de con su querida farola barcelonesa (una foto que le hice en enero pero que aún no ha visto la luz) pero yo como hermana mayor sonreiré y asentiré, no le haré ni puñetero caso, y me meteré en los blogs más hipsters que pueda para encontrar nuestro siguiente sitio de quedada.
Yo no sé si es muy común querer así a tu hermano, o querer a nadie así en realidad, pero yo a mi Potas le quiero así (y más, pero estamos en plan “no cursi”).
Nunca tuve que comer cereales sola en el desayuno, y a día que hoy, aunque ya casi no como cereales, cuando lo hago, tampoco estoy sola.
Ohana.
Me llevo cuatro años con mi hermano, una distancia de edad que a lo largo de los años he visto pasar desde un trecho abismal insalvable tipo las fosas marianas, a un escaso paso de distancia entre nosotros.
Moñadas a parte, me encanta mi hermano Jaime. Siempre me visita en mis trotamundismos, y cuando yo estoy en Madrid nos buscamos planes como sea para poder recitar al unísono y con la misma entonación las frases que han puesto la banda sonora de nuestra infancia como la mítica “me parece un tooooonto” de “Los Teleñecos en la isla del Tesoro”; yo me quejo de “qué dura es la gira” y él me mira con ojos de “ni me hables, que estoy estudiando una ingeniería”; hacemos postureo como si no hubiera mañana porque somos hermanos chachis, esto es así y lo sabéis y nadie puede negarlo, él odia que hagamos postureo pero a mí me encanta porque presumir de hermano pequeño debería ser un deporte en el que se pudiera competir en las Olimpiadas, y además a él también le gusta el postureo porque sabe que salen fotos estupendas.
Jaime va acompañado constantemente de sus Raybans, hace no mucho eran unas de piloto pero ahora en un arranque de estilo que dan muchas ganas de copiar, se ha pasado al lado “Daredevil”. Es muy difícil sacarle fotos sin las gafas porque dice que “no salgo bien en las fotos y no sé sonreír” y yo le respondo que “ni silgui bin in lis fitis y ni sí sinriir”.
A los dos nos encanta Madrid producto de una madre muy gata que odia a los gatos (y yo creo que también por culpa de escuchar tantas veces el himno colchonero compuesto por Sabina) y cualquier oportunidad es buena para salir a pasear y comernos las calles, en este caso el “Cereal Hunters” de Madrid (que por cierto, es altamente recomendable).
Los cereales son la excusa, el motivo verdadero es estar con Jaime y pensar “Ohana” todo el rato (pero sin decirlo en alto, que luego me acusan de moñas) porque “Ohana significa familia, y tu familia nunca te abandona” (y esas cosas).
No sé si va a acusarme de nuevo de esa terrible ñoñez que dice que me ataca, y más porque le estoy retratando comiendo cereales en vez de con su querida farola barcelonesa (una foto que le hice en enero pero que aún no ha visto la luz) pero yo como hermana mayor sonreiré y asentiré, no le haré ni puñetero caso, y me meteré en los blogs más hipsters que pueda para encontrar nuestro siguiente sitio de quedada.
Yo no sé si es muy común querer así a tu hermano, o querer a nadie así en realidad, pero yo a mi Potas le quiero así (y más, pero estamos en plan “no cursi”).
Nunca tuve que comer cereales sola en el desayuno, y a día que hoy, aunque ya casi no como cereales, cuando lo hago, tampoco estoy sola.
Ohana.